INFANCIA Y ADOLESCENCIA DEL MESÍAS
Como vimos, no hubo nada “dulce” en la escena de su natalicio. “En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció. A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron” (Jn 1:10-11).
Ocho días más tarde, el bebé Jesús es presentado a los sacerdotes para ser circuncidado. “Cumplidos los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre Jesús, el cual había sido puesto por el ángel antes que fuese concebido” (Lc 2:21). Su nombre viene del hebreo “Josué”, una contracción de Jehoshua (Nm 13:16) y que significa “Salvador”. Dice A.T. Robertson: “Jesús es lo mismo que Josué… El nombre mismo era bien común, como lo muestra Josefo en sus escritos… El título ‘Salvador’ es aplicado a nuestro Señor (Lc 1:47). Él salvará a su pueblo de sus pecados… será profeta, sacerdote y rey, pero ‘Salvador’ lo resume todo en una palabra” (Imágenes Verbales del N.T., p. 25). “Cristo”, a la vez, viene del griego Cristos, y significa “el Ungido” o “el Mesías” en hebreo, que es su título oficial.
En vez de volver a Nazaret, José decidió establecerse en Belén, pero no podrían quedarse. Un mes más tarde, otra vez hacen el viaje de 8 kilómetros a Jerusalén para presentar el sacrificio por la purificación de María. “Y cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, conforme a la ley de Moisés, le trajeron a Jerusalén para presentarse al Señor” (Lc 2:22).
En la Biblia dice: “Por boca de dos o de tres testigos se decidirá todo asunto” (2 Co 13:1) y en el Templo aparecen dos testigos para indicar que Jesús era el Mesías prometido. Simeón, un hombre justo que había recibido de Dios un aviso de que el Mesías estaba en el Templo, fue de inmediato allí. Al ver a Jesús, se llenó de gozo y confirmó lo que Dios le había dicho. También le advirtió a María de los problemas que tendría: “Y una espada traspasará tu misma alma”, presagiando que la vida del Señor sería más causa de dolor que de alegría para ella, incluyendo su crucifixión. Ana, una viuda profetisa también recibió la confirmación de Dios, y dio su testimonio de que Jesús era el Mesías prometido. “Esta, presentándose en la misma hora, daba gracias a Dios, y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén” (Lc 2:38).
Por eso, ¡cuánto mayor debió haber sido la sorpresa de los sacerdotes al comprobar en sus registros que Jesús era de “sangre azul”, es decir, que su linaje provenía directamente del rey David por ambos padres!
En Mateo se narra la venida de los magos del Oriente. Comenta Halley: “La llegada de los magos debe haber acontecido cuando Jesús tenía entre los 40 días y los 2 años de edad. Los magos eran hombres de elevada posición social, pues tenían acceso a Herodes. Tradicionalmente se les llama los ‘tres magos’ pero la Escritura no dice cuántos eran. Probablemente eran más, o cuando menos, viajarían con un séquito de docenas o de centenares, pues sería demasiado arriesgado para un grupo pequeño atravesar mil quinientos kilómetros de desierto infestado de bandidos. Su llegada a Jerusalén fue lo suficiente imponente para conmocionar a la ciudad entera” (p. 370).
La Biblia dice: “Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos, diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle. Oyendo esto, el rey Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él” (Mt 2:1-3). Estos magos (mágoi en griego) eran los astrónomos y “científicos” de ese entonces. Eran expertos en fijar matemáticamente los movimientos de los astros para crear el calendario anual. Daniel, por ejemplo, fue educado en Babilonia para ser uno de estos sabios o magos y llegó a ser el jefe de ellos (Dn 1:17-20; Dn 2:48). De modo que no debemos confundir el término de “mago” con uno que hace trucos y prestidigitación hoy día. Los mencionados en la Biblia eran los antiguos “científicos”.
Una noche, los magos vieron un extraordinario objeto brillante en el cielo al cual identificaron como la señal del Mesías venidero, es decir, “su” estrella. Estos sabios estaban familiarizados con las Escrituras y algunos eran creyentes. Desde que Daniel fue jefe de ellos y había una gran comunidad judía en Mesopotamia que estaba al tanto de las profecías del AT. Ellos pudieron relacionar la estrella con la profecía en Números 24:17: “Saldrá ESTRELLA de Jacob, y se levantará cetro de Israel”. Además, Daniel 9 señala que habría 480 años desde el edicto de restaurar el Templo y la aparición del Mesías. Por eso, felices de recibir esta señal de Dios, emprendieron el largo viaje a la tierra de Israel. Es otro ejemplo en los Evangelios de gentiles creyentes que Dios usa en vez de los judíos ensimismados en sus dañinas tradiciones que promovían la autojusticia.
Hay indicios de que estas profecías se habían difundido en el Medio Oriente de ese entonces . El historiador romano Suetonio comenta: “Se había divulgado por todo el Oriente una antigua y firme creencia de que en ese tiempo estaban destinados a regir el mundo hombres provenientes de Judea. Esta predicción, que [según su parecer] se refiere al emperador de Roma, como después llegó a ser realidad, la gente de Judea se la aplicó a sí misma” (Vidas de los césares, Sec. 8:4). Virgilio, un poeta romano también escribió de lo mismo.
¡Con razón Herodes estaba tan molesto por la aparición de otro rival al trono! Bien sabía de los rumores de las fechas y de las profecías sobre la venida del Mesías: que estaban por cumplirse, y como él ni siquiera era judío, sino idumeo, temía que apareciera un rival de la estirpe de David.
Dice Robertson: “Los familiarizados con la historia de Herodes el Grande en Josefo pueden comprender muy bien el sentido de estas palabras sobre su conmoción. En su furia acerca de las rivalidades y celos en su familia, Herodes hizo dar muerte a los dos hijos que había tenido con Mariamne, a la misma Mariamne, a Antipater, otro hijo que era el heredero, al hermano, la madre y el abuelo de Mariamne. Había hecho testamento tras testamento, y ahora era presa de una enfermedad fatal, y estaba furioso por la pregunta de los magos. Mostró su perturbación, y toda la ciudad se turbó porque sabía demasiado bien lo que Herodes podía hacer bajo los efectos de la ira provocada por la ruina de sus planes” (p. 31).
Pero como una serpiente astuta, Herodes disimuló estar contento del evento y les pidió a los magos que le avisaran cuando encontraran al niño para que también él pudiera ir a adorarlo. En realidad, ansiaba recibir las noticias para enviar de inmediato a sus hombres para que mataran al niño. Y lo intentó más tarde.
Sin darse cuenta del peligro, los magos partieron hacia el lugar adonde la luz los guiaba. Herodes estaba tan confiado de que los magos no se habían dado cuenta de sus verdaderos motivos que ni siquiera envió a algunos espías para que los siguieran.
¿Quién estaba detrás de esos celos asesinos de Herodes para querer destruir al Mesías? Leemos en Apocalipsis 12:4-5 que era Satanás: “Y el dragón se paró frente a la mujer que estaba para dar a luz, a fin de devorar [matar] a su hijo tan pronto como naciese. Y ella dio a luz un hijo varón, que regirá con vara de hierro a todas las naciones”. Satanás estaba usando a Herodes para matar al Mesías, pero como siempre, Dios estaba al tanto y lo impidió.
Los magos, “habiendo oído al rey, se fueron; y he aquí la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que, llegando, se detuvo sobre [la casa] donde estaba el niño. Y al ver la estrella, se regocijaron con muy grande gozo. Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra. pero siendo avisados por revelación en sueños que no volviesen a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino” (Mt 2:9-12).
¿De qué se trata esa extraña estrella que los guio hasta la casa donde estaba Jesús? Han habido muchas especulaciones sobre el tema, y algunos dicen que fue una conjunción de estrellas o un cometa. Pero al examinar cuidadosamente el relato bíblico, la “estrella” que los guio no fue un astro común, pues se posó ¡sobre la misma casa! En la Biblia, Dios usa el símbolo de una estrella para representar a un ángel. Leemos en Apocalipsis 1:20: “...las siete estrellas son los ángeles de las siete iglesias”. Además, en Job 38:7 dice: “¿A quién puso su piedra angular, cuando alababan todas las estrellas del alba, y se regocijaban todos los hijos de Dios [al referirse a los ángeles]?”. Incluso cuando el ángel se le apareció a los pastores, apareció una gran luz que los rodeaba, “la gloria de Dios” o su shekiná, que era el resplandor que aparecía en el lugar santísimo. Por lo tanto, o los magos vieron el resplandor de un ángel que los guio hasta llegar a la misma casa donde estaba Jesús, o Dios usó una estrella. Nótese que Jesús estaba en una casa, y que era niño (paidion en griego), no un recién nacido, al no usar la palabra “bebé” (brefos).
Al presentarse ante el rey Jesús, los magos, de acuerdo con la costumbre universal del Medio Oriente, le hicieron un homenaje con costosos obsequios y lo adoraron. Eran los regalos más costosos que existían en ese entonces: oro, incienso y mirra.
Estas riquezas pronto le servirían a José y a su familia para financiar su pronta huida a Egipto. Al irse los magos, un ángel le avisa a José: “Levántate, y toma al niño y a su madre, y huye a Egipto, y permanece allá hasta que yo diga; porque acontecerá que Herodes buscará al niño para matarlo. Y él, despertando, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto, y estuvo allá hasta la muerte de Herodes; para que se cumpliese lo que dijo el Señor por medio del profeta, cuando dijo: De Egipto llamé a mi Hijo” (Mt 2:13-15). Nótese que Mateo siempre le muestra al pueblo judío que las profecías del AT del Mesías se cumplen en Jesús.