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FIN DEL SERMÓN DEL MONTE

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Con esta sección terminamos la exploración de las enseñanzas del Señor llamado el Sermón del Monte. Finaliza en el capítulo 7 de Mateo, donde Jesús sigue comparando las enseñanzas y actitudes de los fariseos con la manera correcta de aplicar la ley de Dios   cuando   el Espíritu Santo está en uno.  Respecto a condenar a los demás  Otro problema que tenían los fariseos era la forma que menospreciaban y condenaban a los demás al sentirse espiritualmente superiores. Por eso dice de ellos en   Lucas 18:9   que “confiaban en sí mismos como   justos , y   menospreciaban   a los otros”. Cristo advierte contra esta actitud: “No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgas, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido. ¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo? ¡Hipócrita! Saca primero la

EL SERMÓN DEL MONTE—EL ESPÍRITU DE LA LEY

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Llegamos en este estudio al corazón de las enseñanzas de Dios con el Sermón del Monte. Aquí se mencionan las características necesarias de un cristiano para entrar en el reino de Dios.  Aquí el Señor cumpliría con la profecía de  Isaías 42:20 : “Jehová se complació por amor de su justicia   en magnificar la ley y engrandecerla ”. Jesús tenía esto precisamente en mente cuando dijo en esta sección, “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas [el Antiguo Testamento], no he venido para abrogar, sino   para cumplir   (del griego   pleirou,   “llenar hasta el tope”)” ( Mt 5:17 , NRV).  Revisemos primero   el escenario   para entender este “sermón de sermones” dado por el Señor Jesús. Recientemente había estado guardando el sábado con sus discípulos, y fueron acusados por los fariseos de violar sus tradiciones. Como veremos, mucho del sermón del Monte fue dado para mostrar el   contraste   entre la ley de Dios y las tradiciones fariseas   que el pueblo creía eran las normas