EL MINISTERIO EN NAZARET Y CAPERNAÚM

El Señor Jesús tuvo que salir de Jerusalén por la hostilidad de los líderes religiosos que lo acechaban. Viajó al norte para llegar a Nazaret, su ciudad natal. 

A mitad del camino paró en Samaria, un lugar menospreciado por los judíos, pero donde él dejó su testimonio; y no sería en vano. “Y creyeron muchos...” (Jn 4:41). En Hechos 8 vemos que lo que Jesús sembró aquí sería cosechado más tarde por los apóstoles, cuando muchos samaritanos fueron bautizados. Luego, Jesús siguió hasta Caná donde había hecho su primer milagro. Allí sanó a un niño de un funcionario de la corte de Herodes que estaba a unos 25 km de distancia. Luego llegó a Nazaret. Mientras tanto, algunos de sus discípulos habían vuelto a sus trabajos, pues aún no trabajaban “tiempo completo” con Jesús. 

“Y Jesús volvió en el poder del Espíritu a Galilea, y se difundió su fama por toda la tierra de alrededor. Y enseñaba en las sinagogas de ellos, y era glorificado por todos” (Lc 4:14-15). El comentario Harper explica: “En repetidas ocasiones, Lucas aclara que Jesús no era un rebelde a la ley de Dios, sino que vivía sujeto a ella. Asistía regularmente a la sinagoga y participaba en la lectura de las Escrituras como lo hacían los varones judíos” (Logos Software). 

“Y Jesús fue a Nazaret, donde se había criado, y conforme a su costumbre, el día sábado fue a la sinagoga, y se levantó a leer” (Lc 4:16, NRV). Nótese que esto aclara más esos “años silenciosos” de Jesús entre los 12 y los 30 añosDice que fue criado en Nazaret y que guardó los sábados allí. Como todos los judíos devotos, era costumbre del Señor Jesús guardar el día sábado. Mas tarde el apóstol Pablo tendría la costumbre de predicar los días sábados primero a los judíos (Hch17:2). 

Al reunirse ese sábado, “se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos, a predicar el año agradable del Señor [el año de su aparición como Mesías]. Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él. Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros” (Lc 4:17-21). 

El “libro” que mencionan aquí era en realidad un rollo de pergamino. Dice Robertson: “En los días sábados, se les pedía a siete varones que leyeran secciones breves de la ley y luego de los profetas. Jesús desenrolló el rollo que contenía Isaías para leer la sección que deseaba, y luego de leerla, enrolló el pergamino para que lo guardaran en su estuche especial”. Cristo leyó la profecía que se refería a él en Isaias 61:1-2, pero se detuvo antes de terminar el último verso, pues no cumpliría esa parte en la primera venida. Decía: “el día de venganza del Dios nuestro; a consolar a todos los enlutados”. Jesús sólo cumpliría ahora con el papel de ser el Mesías y el Siervo Sufriente de Isaías 53, pero en su segunda venida, cumpliría con el resto: ese tiempo de venganza. Apocalipsis 11:17 dice: “Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso… porque has tomado tu gran poder, y has reinado. Y se airaron las naciones, y tu ira ha venido, y el tiempo de juzgar a los muertos, y de dar el galardón a tus siervos los profetas, a los santos, y a los que temen tu nombre… y de destruir a los que destruyen la tierra” (Ap 11:17-18). 

Al escuchar las palabras de Jesús, “todos daban buen testimonio de él, y estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca”. Su fama de hacer grandes milagros había llegado a Nazaret, y ahora escuchaban cómo hablaba con gran autoridad. Pero de repente se acordaron de quién era. “Y decían, ¿No es éste el hijo de José?” Pronto les entró la duda. Dice Robertson: “Sus testimonios y asombro cedieron al hecho de que sabían de su pasado entre ellos como un carpintero. Que ahora aparecía en Nazaret como el Mesías era demasiado difícil para creer. Pronto surgieron las voces de disensión y de rechazo”.  

Al ver Jesús esas actitudes hostiles, dijo: “Sin duda me diréis este refrán: Médico, cúrate a ti mismo; de tantas cosas que hemos oído que se han hecho en Capernaúm, haz también aquí en tu tierra. Y añadió: De cierto os digo, que ningún profeta es acepto en su propia tierra”. Cristo no había hecho ningún milagro en Nazaret, pero al ver la actitud hostil de estas personas con que se había criado, decidió no darles el gusto. Esperaba más fe de ellos y dio dos ejemplos de gentiles que creyeron en el poder de Dios más que los israelitas. Les explicó sobre la viuda de Sarepta que recibió a Elías cuando era perseguido y el caso de Naamán el sirio, que por su fe fue limpiado de su lepra. Cristo veía que carecían de fe para ser sanados y los nazarenos se sintieron insultados. Trataron de matarlo, pero él, que se parecía a ellos, pudo “pasar por en medio de ellos” sin ser herido (Lc 4:28-30). 

Por esta experiencia, Jesús rechaza a Nazaret como sede de su predicación y escoge a Capernaúm. Había sido profetizado: “Cuando Jesús oyó que Juan estaba preso, volvió a Galilea; y dejando a Nazaret, vino y habitó en Capernaúm, ciudad marítima en la región de Zabulón y de Neftalí, para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles; el pueblo asentado en tinieblas vio gran luz; y a los asentados en región de sombra de muerte, luz les resplandeció. Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: ‘Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado’” (Mt 4:12-17).

Ahora comienza la obra principal de Jesús, casi siempre alrededor de las orillas del Lago de Galilea. Comenta El Atlas Bíblico de MacMillan: “Salvo por unos viajes, la gran actividad del ministerio de Jesús hasta que muere en Jerusalén se centró alrededor del Lago de Galilea. Los primeros apóstoles fueron pescadores de este lago. El Sermón del Monte se entregó, de acuerdo con las tradiciones, cerca de Capernaúm. El Señor Jesús censuró a estas ciudades cerca del lago que recibieron tantos milagros y enseñanzas de él sin que muchos creyeran. Era común que en el Lago de Galilea se levantaran feroces tormentas, y Jesús tuvo que calmar las aguas en varias ocasiones. [El lago se encuentra por debajo del nivel del mar y por eso surgen grandes cambios de presión atmosférica que crean fuertes tempestades.]” p. 231). 

Al mirar su ministerio desde una perspectiva judía de esa región, para ellos, Jesús parecía ser un ex-carpintero criado en Nazaret que hacía milagros e intentaba modificar las enseñanzas judías ya establecidas. Su ministerio de tres años y medio se concentró en las aldeas alrededor del Lago de Galilea, pero en vez de ser aceptado, sufrió rechazo y bastante persecución. Sólo 120 personas estaban siguiéndolo cuando murió. Ni Jesús ni sus discípulos tuvieron entrenamiento formal en las famosas academias religiosas de Jerusalén ni recibieron autorización ni apoyo de ellos para predicar. 

Por otra parte, Cristo dijo que creyeran en él al “escudriñar las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí, y no queréis venir a mí para que tengáis vida. Gloria de los hombres no recibo” (Jn 5:39-40). Es sólo al estudiar y comparar las Escrituras que se ve claramente que Jesús cumplió con todas las profecías relacionadas con el Mesías y el Siervo Sufriente de Isaías 53. ¡Todo esto había sido profetizado 700 años antes! Por eso, no tenían excusa. Tenían el testimonio de las Escrituras, y como los de Berea (Hch 17:10), podían haber examinado y comprobado en ellas su veracidad. Por eso bien se ha dicho que estos tres años y medio de Jesucristo abarcan la historia más grande jamás narrada. Ahora podemos seguir con el relato: 

“Jesús descendió a Capernaúm, ciudad de Galilea. Y les enseñaba en los sábados. Y se admiraban de su doctrina, porque hablaba con autoridad. Estaba en la sinagoga un hombre que tenía el espíritu de un demonio impuro, que exclamó a gran voz: ‘Déjanos, ¿qué tenemos que ver contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres, el Santo de Dios’. Pero Jesús lo reprendió diciendo: ‘Cállate, y sal de él’. Entonces el demonio, derribándolo en medio, salió de él, y no le hizo ningún daño. Todos quedaron maravillados, y decían: ‘¡Qué poderosa es la palabra de este hombre! ¡Con qué autoridad manda a los espíritus impuros que salgan, y le obedecen!’ Y su fama se difundía por todos los lugares de la región” (Lc 4:31-37 NRV). 

Los espíritus, siendo ángeles caídos que se rebelaron bajo Lucifer, conocían a Jesús desde que era el Verbo y reconocían su autoridad. Todavía están sujetos a él. Sin embargo, Jesús les mandó que no revelaran quién era, puesto que todavía no había llegado “su hora”, y no deseaba que las autoridades lo arrestaran aún. 

“Entonces Jesús se levantó y salió de la sinagoga, y entró en casa de Simón [Pedro, en Capernaúm]. La suegra de Simón tenía una gran fiebre; y le rogaron por ella. E inclinándose hacia ella, reprendió a la fiebre; y la fiebre la dejó, y levantándose ella al instante, les servía” (Lc 4:38-39). Vemos aquí que Pedro estaba casado, pues tenía una suegra. Esa idea de Roma de que los ministros eran célibes es falsa. También vemos que tal como Jesús puede reprender al viento, lo hace con una fiebre, mandando que desaparezca ese gran calor corporal. 

Al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos de diversas enfermedades los traían a él; y él, poniendo las manos sobre cada uno de ellos [método ministerial actual], los sanaba. También salían demonios de muchos, dando voces y diciendo: Tú eres el Hijo de Dios. Pero él los reprendía y no les dejaba hablar, porque sabían que él era el Cristo” (Lc 4:40-41). Los fariseos habían dictado que los ministros no debían orar e imponer las manos sobre los enfermos el sábado, pues creían que era trabajar, pero Jesús les mostró más tarde que estaban equivocados. 

“Aconteció que estando Jesús junto al lago de Genesaret [otro nombre del lago de Galilea: Genesaret significa “jardín” por un valle adyacente al lago con ese nombre], el gentío agolpaba sobre él para oír la palabra de Dios. Y vio dos barcas que estaban cerca de la orilla del lago; y los pescadores, habiendo descendido de ellas, lavaban sus redes. Y entrando en una de aquellas barcas, la cual era de Simón [Pedro], le rogó que la apartarse de tierra un poco; y sentándose, enseñaba desde la barca a la multitud. Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar. Respondiendo Simón, le dijo: Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado, mas en tu palabra echaré la red. Y habiéndolo hecho, encerraron gran cantidad de peces, y su red se rompía. Entonces hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca, para que viniesen a ayudarles; y vinieron, y llenaron ambas barcas, de tal manera que se hundían. Viendo esto Simón Pedro, cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador. Porque por la pesca que habían hecho, el temor se había apoderado de él, y de todos los que estaban con él, y asimismo de Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: No temas desde ahora serás pescador de hombres. Y cuando trajeron a tierra las barcas, dejándolo todo, le siguieron” (Lc 5:1-11)

La forma de pescar en el lago de Galilea no cambió significativamente hasta hace unos 50 años atrás. El sistema más popular era pescar con redes que formaban paredes cilíndricas bajo las aguas. El pez que atrapaban es Tilapia Galilea que lo llaman popularmente hoy día “el pez de Pedro” y es delicioso comer. 

Todavía abunda en el lago y nada en cardúmenes. Una vez puesta la gran red, ponen otra alrededor, para que, al saltar en su intento de escapar, el pez cae en esta red. Luego la red es recogida. Los pescadores echan las redes 4 o 5 veces cada noche. Pedro sabía que no era ni la hora ni el lugar para que estos peces aparecieran y por eso supo que fue un gran milagro cuando se llenaron las redes de ellos. Pedro estaba asociado con Juan y Jacobo, y al dejar todo abandonado, es probable que los otros ayudantes vendieran los peces y con eso se sostendrían las familias de Pedro y de Juan en su ausencia. 

“Sucedió que estando él en una de las ciudades, se presentó un hombre lleno de lepra, el cual, viendo a Jesús, se postró con el rostro en tierra y le rogó, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. Entonces, extendiendo él la mano, le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante la lepra se fue de él. Y él le mandó que no lo dijese a nadie; sino ve, le dijo, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu purificación, según mandó Moisés, para testimonio de ellos” (Lc 5:12-14). En todos estos casos clínicos, es Lucas quien entrega más detalles técnicos como médico. Diferencia entre una fiebre y una gran fiebre de la suegra de Pedro. Aquí dice que estaba “lleno de lepra” pleres lepra en vez de que sólo tenía lepra. Comenta McGee: “Un día este hombre normal llegó a su casa con una llaga. Luego, al empeorar, se alarmaron los de su familia y fue a ver a los sacerdotes. Lo pusieron en cuarentena por 14 días como dice la ley de Dios. Al traerlo al sacerdote, comprueba que la llaga creció y que era lepra. Con el corazón roto, le ruega al sacerdote que pueda ir a su casa a despedirse. El sacerdote le tiene que decir: No puedes, jamás podrás entrar en tu casa de nuevo. Ahora su familia sólo puede dejarle comida a distancia y nadie podrá tocarlo, puesto que la enfermedad era contagiosa”. Existen todavía colonias de leprosos hoy día. ¿Nos podemos imaginar el gozo de este leproso al ser completamente sanado en un instante? Ese era el amor que Jesús tiene por todos. 

Luego Jesús sanará a un paralítico que bajaron del techo. Lucas usa el término técnico paralelumenos, que significa parálisis de las piernas. Estaban presentes, “fariseos y doctores de la ley, los cuales habían venido de todas las aldeas de Galilea, y de Judea y Jerusalén” (Lc 5:17). Pero, aunque presenciaron y reconocieron este gran milagro, se escandalizaron al decir Jesús que no sólo sanaba, sino que podía perdonar los pecados.

“Después de estas cosas, salió y vio a un publicano llamado Leví [Mateo], sentado al banco de los tributos públicos [Capernaúm tenía una carretera oficial donde se pagaba peaje y aduana], y le dijo: Sígueme. Y dejándolo todo, se levantó y le siguió. Y Leví hizo un gran banquete en su casa; y había mucha compañía de publicanos… Y los escribas y los fariseos murmuraban contra los discípulos, diciendo: ¿Por qué coméis y bebéis con publicanos y pecadores?” Explica un autor: “Los fariseos consideraban que no se podía tratar con los publicanos, pues estaban en contacto con los romanos y quedaban ritualmente inmundos. En este contexto, pecadores significa ‘ritualmente inmundo’. Al comer con estas personas, pensaban que Jesús quedaba ritualmente inmundo. Cristo se defiende al rechazar esa idea y dice que eran receptivos a su mensaje mientras que los fariseos no. “Los que están [o creen estar] sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento… Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero y no sacrificio” (Lc 5:31Mt 9:13).

Los fariseos otra vez lo critican al ver a sus discípulos en el banquete festejando en vez de ayunando, pues los fariseos ayunaban los lunes y jueves. Cristo explicó que sus discípulos ayunarían una vez que él los dejase, pero no ahora que lo tenían con ellos para enseñarles la palabra del Padre.

Luego usa el ejemplo del parche nuevo en un traje viejo y el vino nuevo en el odre de cuero viejo para explicarles la diferencia entre sus enseñanzas basadas en la pura palabra de Dios y las enseñanzas falsas de las tradiciones fariseas. No se pueden mezclar las dos. Por eso Jesús iba a las demás personas, como estos sencillos pescadores y publicanos que no estaban enquistados con todas estas tradiciones vanas. Cristo estaba restaurando la ley de Dios a su intención original, y eso era algo que amenazaba todo el sistema fariseo. Por eso tenían que eliminarlo tarde o temprano o lo perderían todo.

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