DUDAS DE JUAN, EL YUGO DEL SEÑOR, LA BLASFEMIA CONTRA EL ESPÍRITU SANTO
Al terminar Jesús sus instrucciones sobre cómo llevar a cabo el ministerio, “se fue de allí a enseñar y a predicar en las ciudades de ellos” (Mt 11:1). Vemos así que Cristo no sólo enseñaba con la palabra, sino con el ejemplo.
Mientras tanto, había alguien que esperaba ser rescatado de la cárcel por el Señor: Juan el Bautista. “Y al oír Juan, en la cárcel, los hechos de Cristo, le envió dos de sus discípulos, para preguntarle: ¿Eres tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro” (Mt 11:2-3).
Quizás parezca extraño que después de haber presentado a Jesús como el Mesías y el Cordero de Dios (Jn 1:29-34), ahora Juan dudara de él.
¿A qué se debía este cambio y cómo llegó Juan a terminar en la cárcel? Lucas explica: “Entonces Herodes el tetrarca, siendo reprendido por Juan a causa de Herodías, mujer de Felipe su hermano, y de todas las maldades que Herodes había hecho, sobre todas ellas, añadió además esta: encerró a Juan en la cárcel” (Lc 3:19-20). Barclay aclara las circunstancias: “Herodes Antipas había viajado a Roma para visitar a su medio hermano, Herodes Filipo. Durante esa visita sedujo a la esposa de su medio hermano, Herodías, que también era su sobrina y se la llevó a Judea. Luego se divorció de su esposa legítima y se desposó con Herodías. Juan el Bautista denunció esta unión incestuosa, y pronto se encontró en la cárcel”.
Ya había pasado algún tiempo, y Juan veía que Jesús no denunciaba a los Herodes como lo hizo él. No estaba formando su nuevo gobierno para traer el reino de Dios a la tierra. Juan había proclamado: “Ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol [símbolo aquí de una persona] que no da buen fruto se corta y se echa en el fuego” (Lc 3:9). Lo que no entendía Juan es que Jesús llevaría a cabo toda su misión en dos venidas y no en una. Cristo sabía que sólo cumpliría una parte en su primera venida.
Halley explica: “Juan evidentemente esperaba a un Mesías político, y no podía entender por qué Jesús no daba los pasos apropiados para ese fin. La contestación de Jesús indica que consideraba sus milagros como evidencia suficiente de que él era el Mesías. Nótese que las dudas de Juan no mermaron el concepto que Jesús tenía de él” (p. 388).
Cristo les dijo a los discípulos de Juan: “Id, y haced saber a Juan las cosas que oís y veis. Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio; y bienaventurado es el que no halle tropiezo en mí” (Mt 11:4-6).
A pesar de las dudas comprensibles de Juan, Jesús alabó la obra que había hecho, y lo identifica como el que vendría en el poder de Elías. Dijo: “¿Qué saliste a ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta. Porque éste es de quien está escrito: He aquí, yo envío mi mensajero delante de tu faz, el cual preparará tu camino delante de ti. De cierto os digo: Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista… Y si queréis recibirlo, él es aquel Elías que había de venir” (Mt 11:9-14).
Cristo también explica que, aunque la predicación del reino de Dios está avanzando, no había barrido con toda la oposición, pues Juan se encontraba en la cárcel y Jesús era atacado por los líderes religiosos. Por eso dice: “Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan” (Mt 11:12). El verbo biazomai, traducido como “sufre violencia” se entiende mejor como, “avanza contra la oposición” y “los violentos” se refiere a los líderes religiosos que con violencia se oponían y trataban de destruir la obra de Dios arremetiendo contra ella.
Jesús describe a estos líderes opositores como personas quisquillosas e inmaduras. Nunca quedaban satisfechos con lo que decían y hacían Juan y Jesús. Si uno era austero, como Juan, se quejaban, y si era alegre como Jesús, lo encontraban mundano. Cristo dijo: “Mas ¿a qué compararé esta generación? Es semejante a los muchachos que se sientan en las plazas, y dan voces a sus compañeros, diciendo: Os tocamos flauta, y no bailasteis; os endechamos, y no lamentasteis. Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: Demonio tiene. Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y dicen: He aquí un hombre comilón y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores. Pero la sabiduría es justificada por sus hijos” (Mt 11:16-19).
Aquí vemos que Jesús efectivamente bebía vino, y asistía a banquetes cuando lo invitaban, mientras que Juan no bebía vino por su voto nazareo y comía frugalmente alimento silvestre. Sin embargo, los líderes religiosos rechazaron a los dos. Jesús termina diciendo que, aunque ellos no estarían contentos con ninguno de ellos, se mostraría la sabiduría de ambos enfoques por los resultados, que serían permitir a las personas la entrada al reino de Dios.
Aunque sus discípulos aún estaban predicando por las aldeas, Cristo viajó por esta región alrededor del norte del lago de Galilea para ver la respuesta general del pueblo a sus predicaciones. Era desalentador. “Entonces comenzó a reconvenir a las ciudades en las cuales había hecho muchos de sus milagros, porque no se habían arrepentido, diciendo: ¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en vosotras, tiempo ha que se hubieran arrepentido en cilicio y en ceniza. Por tanto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para Tiro y para Sidón, que para vosotras. Y tú, Capernaúm, que eres levantada hasta el cielo, hasta el Hades será abatida; porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en ti, habría permanecido hasta el día de hoy. Por tanto os digo que en el día del juicio será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma, que para ti” (Mt 11:20-24).
Hay dos lecciones importantes para aprender: (1) Vemos el daño que las doctrinas de los fariseos habían hecho en el pueblo. Ellos tenían otros valores para medir la justicia, y cuando Jesús vino con la verdad, eran incapaces de reconocerla. He aquí el peligro de seguir tradiciones religiosas que no se encuentran en la Biblia, aunque sean populares. (2) Nótese que Jesús habla de un juicio futuro de los habitantes de Tiro, Sidón y Sodoma. Ellos no serán juzgados tan severamente como la generación que presenció los grandes milagros de Jesús, que incluían varios muertos resucitados, y, sin embargo, “no se arrepintieron”. Este juicio será después del milenio, y es la segunda etapa de los resucitados o la segunda resurrección (Ap 20:5, Ap 5:11-12).
Lucas relata el regreso de los 70 discípulos que había designado Jesús para predicar, aparte de los 12. “Volvieron los setenta con gozo, diciendo: Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre. Y les dijo: Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará. Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos” (Lc 10:17-20).
Aquí hay un principio importante para aprender: el poder y la autoridad vienen de Dios, no del hombre. Dios entrega el poder de acuerdo con su voluntad y la autoridad para expulsar a demonios se lo ha entregado a los ministros (Mr 16:14-17). Fue Cristo, como el Verbo, que vio a Satanás caer del cielo como un rayo cuando se rebeló contra Dios, antes de la creación del hombre. Leemos cuándo sucedió esto en Isaias 14:12-15: “¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana!... Mas tú derribado eres hasta el Seol”.
Otro punto importante aquí es que Jesús menciona que los nombres de sus discípulos están “escritos en los cielos”. Esto se refiere al libro de la vida, donde el nombre de la persona que es parte del pueblo de Dios tiene su nombre escrito en él. Pablo dice en Filipenses 4:3 sobre sus colaboradores: “Clemente también y los demás colaboradores míos, cuyos nombres están en el libro de la vida”. Sin embargo, si uno deja el camino de Dios, su nombre puede ser “borrado” de ese libro, y así pierde el derecho a la vida eterna (Ap 3:5).
Al ver a sus sencillos pero fieles discípulos, no personas acaudaladas ni eruditas, Jesús le agradeció a Dios que estaba llamando a personas sencillas pero humildes, como a los pescadores. “En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas [verdades] de los sabios y de los entendidos [los eruditos y poderosos], y las revelaste a los niños. Si, Padre, porque así te agradó” (Mt 11:25).
Vemos entonces que la Iglesia jamás estaría compuesta por los “sabios” de este mundo, pues la gran mayoría de ellos están envanecidos por su intelecto, y en 1 Corintios 1:26-29 Pablo explica que Dios no quiere que “nadie se jacte en su presencia [o por su propia capacidad]”.
Aunque uno reúna todo el conocimiento que el mundo pueda entregarle, incluyendo de filosofía y teología, es Dios que revela las cosas espirituales. Jesús continúa: “Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar” (Mt 11:27). Sólo Dios llama, no el hombre, este es el privilegio más grande que se puede recibir.
Cristo ahora contrasta ese llamamiento con el llamamiento que hacían los fariseos para ganar adeptos. “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mt 11:28-30).
Los fariseos habían cargado a la religión judía con muchas tradiciones pesadas. Jesús dijo de ellos: “Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas” (Mt 23:4). Un judío practicante vivía su vida en medio de un bosque de reglamentos humanos que dictaban cada acción de su vida.
¡Qué diferencia hay con seguir la pura ley de Dios! Cristo dijo que su carga era fácil y ligera. Otra fuente menciona: “La gente estaba cargada con tantas exigencias rabínicas, que muchas veces ni siquiera toda la vida bastaba para aprenderlas todas. En vez de dar descanso al alma de quienes llevaban una pesada carga de pecado, esas exigencias rabínicas sólo servían para extinguir cualquier chispa de vida y de esperanza que pudiera quedar… El propósito del yugo no era hacer más pesado el trabajo del animal, sino más liviano. Al referirse a su yugo, Cristo quería decir que había que seguir la voluntad divina resumida en la ley de Dios y magnificada en el Sermón del Monte. Los rabinos también se referían a la Torá como a un yugo, no porque fuera una carga, sino más bien una disciplina, una manera de vivir a la cual debían someterse los hombres” (Comentario Bíblico, p. 379).
Cristo ahora entrega un ejemplo de cómo su “yugo” es más ligero que el de los fariseos, al mostrar cómo se debía guardar el sábado. Los fariseos incluso le prohibían a un hambriento arrancar unas espigas en el sábado para comer el grano. En cambio, Cristo les mostró que esto era lícito en el sábado. Les dijo: “Y si supieseis qué significa: Misericordia quiero, y no sacrificio, no condenaríais a los inocentes, porque el Hijo del Hombre es Señor [o dueño] del día de reposo [sábado]” (Mt 12:7-8).
Luego Jesús entra en la sinagoga y sana a un hombre que tenía seca una mano. Otra vez, les muestra a los fariseos que, aunque no es lícito trabajar en el sábado, sí lo es poder sanar a una persona. Los rabinos habían juzgado que, si un animal caía en un hoyo en el día sábado, se podía hacer el esfuerzo físico de sacarlo y así no perder el valor monetario de un animal. Sin embargo, habían prohibido tomar medidas para sanar a una persona en el sábado si su vida no estaba en peligro. Cristo les mostró que esta lógica estaba equivocada. “Él les dijo: ¿Qué hombre habrá de vosotros, que tenga una oveja, y si ésta cayere en un hoy en día de reposo, no le eche mano, y la levante? Pues ¿cuánto más vale un hombre que una oveja? Por consiguiente, es lícito hacer el bien en los días de reposo. Entonces dijo a aquel hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y le fue restaurada sana como la otra. Y salidos los fariseos, tuvieron consejo contra Jesús para destruirle. Sabiendo esto Jesús, se apartó de allí; y le siguió mucha gente, y sanaba a todos, y les encargaba rigurosamente que no le descubriesen” (Mt 11:11-16).
Luego Mateo menciona que Jesús estaba cumpliendo en esta primera venida la profecía de Isaías 42:1-4, y que su mensaje, al ser rechazado por la gran mayoría de los judíos, entonces iría a los gentiles. “Pondré mi Espíritu sobre él, y a los gentiles anunciará juicio… y en su nombre esperarán los gentiles” (Mt 11:18-21).
Los fariseos, sin embargo, lo siguen, y cuando saca a un espíritu de un hombre endemoniado, lo acusan de haberlo hecho por medio de Satanás. Al ver que los fariseos le están atribuyendo al poder de Dios el poder de Satanás, Jesús les advierte que estaban endureciendo sus corazones al punto de que podían “cauterizar sus conciencias”, como dijo Pablo en 1 Timoteo 4:2. Si se pierde esta sensibilidad, jamás se estará consciente de los pecados y las personas no querrán nunca ser perdonadas, al no considerar que hayan pecado. Jesús les dice: “Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres; mas la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada. A cualquiera que dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que hable contra el Espíritu Santo, no le será perdonado, ni en este siglo ni el venidero” (Mt 12:31, 32). Tergiversar la obra de Dios haciéndola pasar como la obra del diablo es el pecado más grave que se puede cometer. El Señor lo dice.
El término blasfemia puede definirse generalmente como “irreverencia desafiante”. El término se puede aplicar a pecados tales como maldecir a Dios o a decir cosas intencionalmente degradantes relacionadas con Dios. La blasfemia es también atribuir algún mal a Dios, o negarle algún bien que deberíamos atribuirle a Él. Este caso particular de blasfemia, sin embargo, se llama “la blasfemia contra el Espíritu Santo” (Mt 12:31). Los fariseos, habiendo sido testigos de pruebas irrefutables de que Jesús estaba obrando milagros en el poder del Espíritu Santo, afirmaron en cambio que el Señor estaba poseído por un demonio (Mt 12:24). Nótese que en Marcos 3:30, el Señor Jesús es muy específico acerca de lo que los fariseos hicieron fue blasfemar (pecar intencional y desafiantemente) contra el Espíritu Santo: “Porque ellos habían dicho: Tiene espíritu inmundo”.
La blasfemia contra el Espíritu Santo es acusar al Señor de estar poseído por demonios, en lugar de estar lleno del Espíritu. Este tipo particular de blasfemia no se puede duplicar hoy en día. Los fariseos estaban en un momento único de la historia: tenían la Ley y los Profetas, tenían al Espíritu Santo tocando sus corazones; tenían al mismísimo Hijo de Dios en pie delante de ellos, y veían con sus propios ojos los milagros que Él hacía. Nunca antes en la historia del mundo (y nunca desde entonces) se había concedido tanta luz divina a los hombres. Si alguien debería haber reconocido al Señor Jesús por quien era, eran los fariseos. Sin embargo, eligieron el desprecio. Ellos atribuyeron intencionalmente la obra del Espíritu al diablo, aunque conocían la verdad y tenían la prueba. El Señor declaró que su ceguera voluntaria era imperdonable. Su blasfemia contra el Espíritu Santo fue su rechazo final de la gracia de Dios. Habían fijado su destino, y Dios iba a dejarlos ir sin restricciones hacia la perdición.
Repetimos que el Señor Jesús le dijo a la multitud que la blasfemia de los fariseos contra el Espíritu Santo “no será perdonada, ni en este siglo ni en el venidero” (Mt 12:32). Esta es otra manera de decir que su pecado nunca jamás sería perdonado. Ni ahora, ni en la eternidad. Ahora los fariseos eran reos “de juicio eterno” (Mr 3:29).
El resultado inmediato del rechazo público de los fariseos hacia Cristo (y el rechazo de Dios hacia ellos), se ve en el siguiente capítulo. Jesús, por primera vez, “les dijo muchas cosas en parábolas” (Mt 13:3; Mr 4:2). Los discípulos estaban desconcertados por el cambio de método de enseñanza del Señor, y Jesús les explicó el uso que Él hacía de las parábolas: “Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado….porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden” (Mt 13:11,13). Jesús comenzó a cubrir la verdad con parábolas y metáforas como resultado directo de la blasfemia oficial de los líderes judíos.
De nuevo repetimos, la blasfemia contra el Espíritu Santo no puede repetirse hoy, aunque algunas personas lo intenten. Jesucristo no está en la tierra ahora, sino sentado a la diestra de Dios. Además, nadie puede ver a Jesucristo realizando milagros y luego atribuirle ese poder a Satanás en lugar de al Espíritu Santo.
El pecado imperdonable de hoy es el estado de continua incredulidad. El Espíritu actualmente convence de pecado, justicia y juicio, a aquellos del mundo que no son salvos (Jn 16:8). Resistir esta convicción y permanecer sin arrepentirse voluntariamente, es “blasfemar” contra el Espíritu. No hay perdón, ni en este siglo ni en el venidero, para una persona que rechaza el llamado del Espíritu a arrepentirse y obedecer al Señor Jesucristo, y luego muere en rebeldía contra él. El amor de Dios es evidente y la elección personal es clara: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él” (Jn 3:36).
Jesús entonces les entrega a los fariseos la única señal que les daría de que era el Hijo de Dios: “Señal no les será dada, sino la señal del profeta Jonás. Porque como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches” (Mt 12:39-40). Esto significa que estaría 72 horas en la tumba, tal como Jonás estuvo tres días y tres noches en el vientre del gran pez (Jon 1:17). Jesús dijo claramente que sería muerto, “y resucitaría después de tres días” (Mr 8:31). Un gráfico muestra la secuencia correcta de estos 3 días y 3 noches:
Luego Jesús otra vez menciona el juicio de la humanidad en el período de la segunda resurrección: “La reina del Sur se levantará con esta generación, y la condenará” (Mt 12:42). Nótese que los seres humanos de diferentes eras resucitarán juntos.
A propósito de que recién había expulsado a un demonio, el Señor Jesús revela que la liberación de la persona por medio del exorcismo puede ser anulada si el Espíritu de Dios no hace morada en ella. En este caso la persona no está espiritualmente lista para resistir el intento de los demonios para volver a entrar en ella. “Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo, y no lo halla. Entonces dice: Volveré a mi casa de donde salí [la mente de la persona]; y cuando llega, la halla desocupada, barrida y adornada [mente descuidada e indefensa por falta de fe]. Entonces va, y toma consigo otros siete espíritus peores que él, y entrados [al hallar poca resistencia], moran allí; y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero” (Mt 12:43-45). Por esta razón es que el Señor también mencionó que debemos pedir por el Espíritu Santo. “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?” (Lc 11:13). Muchos creyentes dan por sentado que han sido sellados o bautizados por el Espíritu Santo sin jamás haberle pedido al Padre por él. El Señor Jesús dice que debemos pedir por él.
Finalmente, Jesús muestra que tiene hermanos y hermanas carnales que aún no creían en él, igual que su madre. “Mientras él hablaba a la gente, he aquí su madre y sus hermanos estaban afuera… Respondiendo él al que le decía esto, dijo: ¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos [en sentido espiritual]? Y extendiendo su mano hacia sus discípulos [los que creían en él], dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre [mostrando que no era así para su madre y hermanos] ése es mi hermano, y hermana y madre” (Mt 12:46-50). Esto muestra claramente que María no debe ser venerada. Mateo escribió este relato unos 30 años después de la muerte de Jesús. El término “hermano” o adelfos significa exactamente esto: hermano, y no primo como dicen los católicos. Había un término para “primo”, anepsios que Pablo usa en Colosenses 4:2.