CONTINUACIÓN DEL SERMÓN DEL MONTE—CONTRASTE CON PRÁCTICAS FARISEAS
Hemos visto que, en el Sermón del Monte, Cristo está en gran medida contrastando lo que enseñaban los fariseos respecto a la ley de Dios con lo que realmente decía la Palabra de Dios.
Ellos interpretaban erróneamente la ley de Dios mediante sus tradiciones y leyes rabínicas y no tomaban en cuenta el espíritu de la ley. Aquí, Cristo está rectificando ese error al decir que no vino para abolir la ley de Dios, sino para mostrar cómo se debía cumplir en toda su magnitud. Dios había profetizado que enviaría a Cristo para “magnificar la ley y engrandecerla” (Is 42:21) y esto se estaba cumpliendo ahora.
Luego de mostrar con las bienaventuranzas que la ley de Dios se cumple no sólo por fuera sino por dentro, es decir, con la actitud correcta, Jesús entregó varios ejemplos de cómo los fariseos sólo se enfocaban en la letra y no el espíritu de la ley. En cada caso, Cristo luego explicó su correcta interpretación.
Ahora procede a hacer lo mismo con las prácticas fariseas. Dice el Comentario del Conocimiento Bíblico: “El Señor pasa de refutar las enseñanzas fariseas a condenar sus prácticas hipócritas”. Jesús contrasta las tres prácticas principales de los fariseos: las limosnas, las oraciones y los ayunos. Desde luego que estas tres prácticas son parte de la ley de Dios, pero los fariseos las habían convertido en actos públicos que sólo eran válidos si se hacían según las reglas fariseas. Veamos.
Contraste entre la limosna farisea y la cristiana
Cristo dijo: “Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos de ellos [como lo hacían los fariseos]; de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos. Cuando, pues, des limosna, no hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa” (Mt 6:1-2).
¿Qué es la limosna? La palabra viene del griego eleemosyne y significa tener compasión. Es el acto de compasión al ver al pobre sufriendo y aliviar su sufrimiento aunque sea de manera momentánea dándole dinero o comida.
La primera ley de Dios sobre la limosna es la del tercer diezmo. “Al fin de cada tres años sacarás todo el diezmo de tus productos de aquel año, y lo guardarás en tus ciudades. Y vendrá el levita, que no tiene parte ni heredad contigo, y el extranjero, el huérfano y la viuda que hubiere en tus poblaciones, y comerán y serán saciados; para que Jehová tu Dios te bendiga en toda obra que tus manos hicieren. Cada siete años harás remisión” (Dt 14:28-15:1).
Nótese que no menciona aquí que uno debe ir primero al mundo para ayudar a todos los necesitados, sino que debe concentrar su ayuda dentro del publo de Dios. Pablo aclaró al respecto: “Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe” (Gl 6:10).
Ahora bien, en los años que no eran del tercer diezmo, esto no significaba que se olvidaba a los hermanos necesitados. En Deuteronomio 15:7 Dios agrega una ley sobre la limosna: “Cuando haya en medio de ti menesteroso de alguno de tus hermanos en alguna de tus ciudades, en la tierra que Jehová tu Dios te da, no endurecerás tu corazón, ni cerrarás tu mano contra tu hermano pobre, sino abrirás a él tu mano liberalmente, y en efecto le prestarás lo que necesite… Sin falta le darás, y no serás de mezquino corazón cuando le des, porque por ello te bendecirá Jehová tu Dios en todos tus hechos, y en todo lo que emprendas. Porque no faltarán menesterosos en medio de la tierra; por eso yo te mando, diciendo: Abrirás tu mano a tu hermano, al pobre y al menesteroso en tu tierra” (Dt 15:7-11).
Lamentablemente, en los tiempos de Jesús, los fariseos habían hecho el ayudar a los pobres un espectáculo público. Dice El Nuevo Diccionario Bíblico: “Unos siglos antes de Jesús, se desarrolló la idea entre los rabinos de que, al dar limosnas, se podían borrar los pecados, y asegurar la ayuda divina en los tiempos difíciles… Cristo no rechaza el dar limosnas, sino repudia la forma ostentosa que se hacía en sus días… Parece que, para los judíos, el dar limosnas era el primer deber religioso. Había en cada ciudad personas a cargo de distribuir las limosnas que procedían de dos fuentes: primero de la caja de monedas en la sinagoga que se recolectaba cada sábado, y la otra que se recibía en una bandeja” (p. 26, versión inglesa).
En otras palabras, en la forma deliberada que lo hacían, los fariseos estaban chantajeando a Dios al sentir que lo obligaban a perdonar sus pecados y asegurarles protección y bendiciones. Vemos esta actitud en la parábola del fariseo y del publicano: “A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola: Dos hombres subieron al templo a orar; uno era fariseo, y el otro publicano. El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres… ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano” (Lc 18:9-11). Cristo vio en la actitud de los fariseos que estaban haciendo estas obras no para servir a Dios, sino para ser vistos y alabados por los hombres, algo que es detestable ante Dios, y se llama hipocresía.
Comenta El Diccionario Ilustrado de la Biblia sobre la palabra hipocresía. “Significa el que pretende o finge ser lo que no es. Viene del griego hipocrites, que quiere decir actor o protagonista en el teatro griego. Los actores solían ponerse diferentes máscaras conforme al papel que desempeñaban. De ahí que hipócrita llegara a designar a la persona que oculta la realidad tras una ‘máscara’ de apariencias”. El mundo religioso de hoy todavía está lleno de hipócritas que se visten y actúan en forma piadosa para ser vistos y alabados por los hombres. Ni Cristo ni sus apóstoles jamás usaron un atuendo religioso ni ostentaron sus prácticas religiosas en público. Pero como vemos hoy día, el mundo se fija más bien en la vestimenta formal y costosa, y en los templos ostentosos.
Por eso Cristo entregó el remedio para esta ostentación: “Mas cuando tú des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha, [no te sientas justo] para que sea tu limosna en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público [al ver otros tu desarrollo espiritual]” (Mt 6:3-4). Por eso en la Iglesia, toda ofrenda debiera ser dada de manera privada (o en sobres, por ejemplo) para que nadie sepa lo que el otro ha dado, porque es un asunto entre Dios y esa persona.
Contraste entre la oración farisea y la cristiana
Luego el Señor se enfoca en la segunda práctica farisea, la oración ostentosa y repetitiva. “Y cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa” (Mt 6:5).
Los fariseos habían establecido horas prescritas para orar, como mínimo tres veces al día. Los judíos ortodoxos todavía siguen estas reglas para orar y los musulmanes hacen algo parecido al hincarse cinco veces al día. No importa dónde se encontraba uno, debía dejar todo para recitar su oración programada. Dice El Talmud: “En cuanto nos despertamos por la mañana… mientras todavía estamos en la cama hemos de orar: ‘Te agradezco, oh Rey viviente y eterno, porque tú me has restaurado graciosamente mi alma. Grande es tu rectitud’. La primera prenda que un varón debe ponerse es el talit katan (pequeño manto de cuatro flecos para orar], pues no está permitido caminar cuatro codos sin llevar encima el manto flecado. Pero, como sus manos están todavía sin lavar, no puede pronunciar la bendición al ponérselo. Todo ser humano, al despertar de su sueño por la mañana, es como una criatura recién nacida, en cuanto a la adoración del Creador se refiere. Toda persona ha de prepararse, por consiguiente, para el culto, purificándose a sí misma. Debe lavar sus manos, de acuerdo con la forma ritual, echando agua sobre ellas tres veces. La bendición siguiente es pronunciada después de lavar las manos y antes de secarlas: Bendito seas tú, oh Señor, nuestro Dios, que nos ha santificado con tus mandamientos, y nos has ordenado el lavado de las manos… No está permitido comer o beber antes de orar. Se puede pronunciar la oración matutina en su casa, luego decir el kidush (oración de santificación) e ingerir algún alimento. Luego debe ir a la sinagoga y participar en la oración Shajarit, y seguidamente, orar el Musaf (oraciones adicionales). El momento para leer las oraciones matutinas comienza con la salida del sol; sin embargo, si decimos nuestras oraciones al atardecer, nuestro deber está cumplido. El momento para las oraciones termina cuando ha pasado un tercio del día. Antes de leer Shemoné esré, nos ponemos de pie, caminamos tres pasos hacia atrás y decimos Tehilot leel elión, luego caminamos tres pasos adelante. Se deben juntar los pies, inclinar levemente la cabeza hacia delante y cerrar los ojos y recitar en voz baja. No debe apoyarse en objeto alguno mientras ora. Luego es necesario doblar las rodillas y arquearse cuatro veces mientras se dice Shemoné esré… etc. etc. etc”.
Ahora sabemos por qué Pedro habló del yugo que “ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar” (Hch 15:10). En cambio, Cristo no dio reglas sobre horas ni posiciones, y por eso dijo: “Porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mt 11:30). Él enseñó: “Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público. Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis” (Mt 6:7-8). En otras palabras, Dios nos escucha la primera vez. No hay que repetir la misma frase. Sin embargo, como la viuda importuna, se puede orar sobre lo mismo a Dios en otras ocasiones. Los fariseos enseñaban: “La mucha oración será seguramente oída, y la oración prolija prolonga la vida, de tal modo que consideraban que un centenar de ‘bendiciones’ pronunciadas en un día era una especie de medida de gran justicia”. Dice Robertson, “La frase ‘vanas repeticiones’, më battalogësëte, se refiere a tartamudos que repiten las palabras. En el caso de alguien que no es tartamudo, la idea se refiere a un mero parloteo, que es una repetición vana. Los musulmanes pueden ser citados entre aquellos que parecen creer que serán “oídos por su mucha palabrería”... También los católicos con sus Padrenuestros y Avemarías”.
Jesús entregó una oración modelo que incluía las siete categorías principales de una oración:
1. Comenzar alabando y agradeciendo a Dios el Padre2. Orar por la pronta venida de su glorioso Reino
3. Que él y Jesucristo guíen a su Iglesia en todo
4. Pedir por las necesidades físicas de cada día
5. Pedir perdón por nuestros pecados y que perdonemos a los que nos ofenden
6. Pedir que nos proteja de las tentaciones y del diablo
7. Terminar con la confianza que todo es de él