NACIMIENTO DE JUAN Y DEL SALVADOR



Al finalizar la visita de María a Elisabet nace Juan el Bautista. “Cuando a Elisabet se le cumplió el tiempo de su alumbramiento, dio a luz un hijo. Y cuando oyeron los vecinos y los parientes que Dios había engrandecido para con ella su misericordia, se regocijaron con ella. Aconteció que al octavo día vinieron para circuncidar al niño; y le llamaban con el nombre de su padre, Zacarías; pero respondiendo su madre, dijo: No; se llamará Juan. Le dijeron: ¿Por qué? No hay nadie en tu parentela que se llame con ese nombre. Entonces preguntaron por señas a su padre, cómo le quería llamar. Y pidiendo una tablilla, escribió, diciendo: Juan es su nombre. Y todos se maravillaron. Al momento fue abierta su boca y suelta su lengua, y habló bendiciendo a Dios... Y el niño crecía, y se fortalecía en espíritu; y estuvo en lugares desiertos hasta el día de su manifestación a Israel” (Lc 1:57-80).

¿Por qué los parientes se extrañaron tanto al saber que el hijo se llamaría Juan y no Zacarías? 

Primero que nada, el nombre Zacarías, “El Eterno se acordó”, parecía muy apropiado para ese niño que le nació a Elisabet de unos 60 años, una edad en que ya había pasado su “menopausia” [del griego, “mes de cesación” o el fin de la menstruación que ocurre entre los 45 y 50 años]. Además, Zacarías era un típico nombre para un sacerdote y hubo 28 hombres nombrados así en la Biblia, muchos que fueron sacerdotes. Por eso los parientes pensaron que sería muy apropiado llamarlo así. Sin embargo, ya había sido nombrado por Dios como Juan, en hebreo Johanan y significa “Don de gracia de Dios”.

Lleno del Espíritu Santo desde su nacimiento, según crecía Juan llegó a entender más claramente su misión dada por Dios. Como fue profetizado, imitaría el estilo de vida de Elías al alejarse de la sociedad y prepararse en la soledad para anunciar la pronta venida del Mesías.

Genealogías de Jesucristo

En el Nuevo Testamento aparecen dos genealogías distintas del Señor Jesús. ¿Qué tan importantes son?

Pues, mucho más de lo imaginable. Hoy en día, casi nadie se preocupa de su árbol genealógico, pero no era así en los tiempos del Señor. Mateo a propósito comienza su evangelio con la genealogía de Jesús. Escribe: “Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham” (Mt 1:1).

Recordemos que Mateo dirigió su evangelio principalmente al pueblo judío, no a los gentiles. Debemos siempre mirar este evangelio a través de los ojos de un judío del primer siglo. Por lo tanto, para creer que Jesús era el legítimo Mesías, ¿qué era lo más importante para un judío saber? Veamos.

Explica el Comentario del Conocimiento Bíblico: “La genealogía que se encuentra en Mateo aclara la primera pregunta que un judío de ese entonces haría respecto a alguien que declaraba ser el rey de los judíos y el Mesías, ¿Es del linaje legítimo de Abraham y de David? Sí, lo era; podían escuchar el resto de la historia y, si no lo era, quedaba descartado de plano. La genealogía de Mateo muestra que sí lo era”. 

Los judíos tenían una preocupación legítima por las genealogías. Primero que todo, servían para determinar si uno era israelita, es decir, un descendiente legítimo de Abraham según la ley de Dios (Gn 17:5-12) o si era de otra nación, o sea, un gentil. Por medio de la genealogía se determinaban los derechos religiosos, hereditarios y biológicos de un israelita. Además, eran importantes para indicar en un registro oficial quiénes eran los descendientes legítimos del sacerdocio levítico y aarónico. Por eso los escribas cuidadosamente registraban la pureza de la descendencia de cada israelita para determinar su lugar legítimo en la sociedad ( Dt 7:1-4; Dt 23:1-8).

El Comentario de McGee añade: “Todo el Nuevo Testamento se basa en la legitimidad de esta genealogía que establece que Jesucristo fue del linaje de Abraham y de David. Como descendiente de Abraham lo avala como israelita y al ser del parentesco de David lo coloca en el linaje de los reyes de Judá y del futuro Mesías (Is 11:1-5). Podemos ver la importancia de las genealogías cuando Israel volvió del cautiverio de Babilonia al leer en Esdras 2:62: ‘Estos buscaron su registro de genealogías, y no fue hallado; y fueron excluidos del sacerdocio’. Era entonces posible en los tiempos de Esdras verificar en el registro de la tribu de Leví y excluir a los que falsamente reclamaban ser sacerdotes. Indudablemente las genealogías eran guardadas por las autoridades [parecido a las notarías públicas de hoy] donde se podían verificar los reclamos. Al respecto, Cristo mostró que era el rey legítimo de Israel al decir: ‘El que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que sube por otra parte, ése es ladrón y salteador... Mas el que entra por la puerta, el pastor de las ovejas es’ (Jn 10:1-2). Él podía mostrar por su genealogía que era el legítimo ‘pastor’ de Israel, y que los demás gobernantes que descendían de Herodes, el rey edomita, eran ilegítimos. A pesar de sus credenciales impecables, el pueblo judío lo rechazó”. 

Por eso, Mateo muestra desde el principio que el Señor Jesús reunía todas las condiciones legales para ser el Mesías, y contesta la primera pregunta que le haría un judío de ese entonces. La genealogía de Jesús está dividida en tres partes para mostrar que no nació al azar. Dice la Biblia: “De manera que todas las generaciones desde Abraham hasta David son catorce; desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce; y desde la deportación a Babilonia hasta Cristo, catorce” (Mt 1:17).

Ahora bien, no debemos pensar que esta genealogía está compuesta al estilo Occidental, sino como debe ser, al modo del Medio Oriente del primer siglo. Como explica el Profesor R. K. Harrison: “La práctica Occidental de establecer árboles genealógicos lo más completos posible no era la costumbre del Medio Oriente. El propósito de las genealogías del Medio Oriente era establecer el linaje general de un antepasado en particular [por ejemplo, de Abraham a David, o de David a Jesús]. Este objetivo no quedaba alterado si se omitían ciertas generaciones entre medio, en particular si eran de mala fama, mientras que el linaje siguiera la secuencia correcta” (ISBE II p. 427).

Antes de terminar con esta genealogía, llama la atención que Mateo menciona a cuatro mujeres gentiles que fueron antepasados de Cristo: Tamar, Rahab, Rut y Betsabé. En esos días, había una controversia entre los rabinos sobre estas cuatro mujeres y cómo era posible que Dios las incluyera. Pues aquí vemos que se colocan orgullosamente en esta genealogía del Hijo de Dios para mostrar que por la fe y la obediencia cualquiera puede ser parte del pueblo santo, aunque no sea de la descendencia física de Abraham (He 11:31).

Ahora bien, la segunda genealogía del Señor Jesús se encuentra en Lucas 3:23-38 y es distinta en cuanto al linaje al llegar a los hijos de David. Mateo menciona que luego sigue Salomón, pero Lucas dice que sigue Natán, otro hijo de David. Además, al final del linaje Mateo relata que el padre de José fue Jacob, y Lucas menciona que fue Elí ¿Cómo se aclara el asunto? 

Primero, Mateo entrega el parentesco legal de Jesús que es el que le importa a los judíos. Explica Unger: “La genealogía de Mateo muestra el derecho legal al trono davídico, por la línea de Salomón y José, este último padre adoptivo de Jesús. Si Jesús hubiese sido el hijo de María sin que ésta hubiese sido la esposa legítima de José, sus derechos reales hubiesen sido rechazados de entrada. La genealogía de Lucas presenta a Jesús como el Hijo del Hombre, descendiente de David, por María, pero a través de la casa de Natán y no de Salomón. Pero como hijo nacido de una virgen, María, Jesús no tenía derecho legal alguno al trono. Dicho derecho tenía que ser a través de José” (p. 478).

En cuanto a la genealogía escrita por Lucas, Unger aclara: “En Lucas tenemos la genealogía de María en contraste a la de Mateo, donde tenemos la genealogía de José... Lucas presenta el linaje humano (biológico) de Jesús. En Mateo 1:16 se establece que José fue hijo de Jacob, y en Lucas, ‘hijo de Elí’, es decir, yerno de Elí [que era el padre de María], quien al igual que José, era descendiente de David” (p. 529). Así tenemos en Lucas el verdadero linaje de Jesús por medio de la virgen María y en Mateo, el linaje legal por su padrastro, José.


Resumen de la genealogía de Jesucristo


El nacimiento de Jesucristo

Mateo explica las circunstancias del nacimiento de Cristo. “El nacimiento de Jesucristo fue así: Estando desposada María su madre con José, antes que se juntasen, se halló que había concebido del Espíritu Santo… Pero no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito; y le puso por nombre Jesús” (Mt 1:18, 25). 

Nótese dos cosas importantes. Primero, “antes que se juntasen” es una frase que en griego significa, “antes de tener relaciones sexuales”. Comenta Halley: “En cuanto a la ‘virginidad perpetua’ de María, ¿qué hay de Mateo 1:25? La afirmación de que José ‘no la conoció HASTA QUE dio a luz un hijo’ implica de manera inequívoca que sí la ‘conoció’, es decir, que cohabitaron como marido y mujer, después que Jesús había nacido. ¿Es probable que José y María solamente fingieran ser marido y mujer, siendo en realidad su apariencia de matrimonio solamente un simulacro público? ¿Es posible creer que Dios haya sido partícipe de semejante engaño e hipocresía?” (p. 369).

En segunda instancia está la frase: “Su hijo primogénito”. Si Cristo fuera el único hijo que tuvo María, hay una palabra en el griego para describir al unigénito o al hijo único—monogenes, pero si son más de uno los hijos, entonces se llama al primero “primogénito”, o el primero de los hijos—protokon. Mateo usó el término “primogénito” porque sabía que hubo más hijos, y hasta los nombró más tarde: “¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos, Jacobo, José, Simón y Judas? ¿No están todas sus hermanas con nosotros?” (Mt 13:55-56). Halley comenta: “La doctrina de la “virginidad perpetua’ de María (es decir, que permaneció virgen, y no tuvo otros hijos) apareció por primera vez en el siglo segundo, entre las fábulas necias e fantasiosas de los escritos apócrifos y en relación con razonamientos dogmáticos acerca de la supuesta superioridad de la santidad del celibato [el no casarse por motivos religiosos]. Luego vino el invento del relato del traslado de su ‘cuerpo inmaculado y precioso’ al cielo. Este culto de la adoración de la ‘virgen bienaventurada’ creció hasta que en 1854 el Papa Pío IX ejerció el privilegio papal de fabricar hechos históricos y declaró la ‘inmaculada concepción’ de María (es decir, que era sin pecado, nacida y preservada ‘libre de toda mancha de pecado original’, p.369. Esto fue elevado a dogma en 1952 y es un requisito para creer y tener salvación.

En cuanto a que María fue desposada con José, es importante entender lo que significaba el desposorio hebreo de ese entonces. Explica el Comentario de Conocimiento Bíblico: “Los matrimonios judíos eran arreglados por los padres, y los contratos eran negociados. Luego de desposarse eran considerados marido y mujer, aunque no vivían juntos ni se podían unir sexualmente. La mujer continuaba viviendo con sus padres, y el marido con los suyos por un año. Este período de espera era para demostrar que la mujer no estaba embarazada. Si lo estaba, entonces se podía anular el matrimonio y la mujer podía ser públicamente repudiada y hasta apedreada”. 

Fue durante este período que María quedó encinta, pero por razones divinas. Un ángel se le apareció a José y le explicó las razones del embarazo y le dijo que el hijo sería llamado Emanuel, o “Dios con nosotros”. Sigue el relato “Y despertando José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su mujer. Pero no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito; y le puso por nombre Jesús” (Mt 1:24-25). María, por lo tanto, después de tener a Cristo hizo la vida típica matrimonial de una esposa, y José adoptó a Jesús como su hijo legal.

Ahora debemos volver al relato en Lucas para saber cómo se llevó a cabo el nacimiento de Jesús. “Aconteció en aquellos días, que se promulgó un edicto de parte de Augusto Cesar, que todo el mundo fuese empadronado. Este primer censo se hizo siendo Cirenio gobernador de Siria. E iban todos para ser empadronados, cada uno a su ciudad. Y José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por cuanto era de la casa y familia de David; para ser empadronado con María su mujer, desposada con él, la cual estaba encinta” (Lc 2:1-5).

Augusto Cesar gobernó oficialmente como emperador del Imperio Romano desde el año 27 a.C. hasta el año 14 d.C. El gobernador romano en Siria era Cirenio, un valiente oficial del ejército que fue famoso en la historia romana. Según los historiadores romanos, nació en el año 51 a.C. y comenzó su carrera política como cónsul en Roma en 12 a.C. Desempeñó varios puestos en Asia Menor y Siria y murió en 21 d.C. 

Halley aclara: “Los anales históricos romanos cuentan del censo de Cirenio en el año 7 d.C., o sea, 10 o 12 años después de haber nacido Jesús. Durante mucho tiempo esta discrepancia histórica presentaba una dificultad para los estudiantes de la Biblia. Pero en años recientes han sido descubiertos antiguos papiros y otras pruebas de que Cirenio fue gobernador de Siria dos veces. Lucas dice de manera expresa que fue bajo el empadronamiento “primero”. También se ha descubierto que las personas eran obligadas a dirigirse a sus hogares ancestrales para efectos del censo. Así la pala del arqueólogo sigue confirmando una por una, hasta en su menor detalle, la exactitud histórica de las declaraciones bíblicas” (p. 434). Los censos romanos eran cada 5 años.

Al llegar José y María a Belén, la encontraron atochada de personas. “Y aconteció que estando ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento. Y dio a luz a su hijo primogénito [de nuevo el término para el primero de otros hijos], y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón” (Lc 2:6-7).

Nótese que el texto bíblico no dice que el Señor Jesús nació en un establo rodeado de animales, como lo pintan los artistas religiosos y lo promueven las tradiciones católico-protestantes. Un pesebre no es un establo ni se encuentra sólo en los establos. El estudiante serio de la Biblia debe estudiar diligentemente esto para sacudirse cualquier rastro de tradición humana al respecto.

La enseñanza del relato es que “Emanuel”, o Dios con nosotros, el Mesías y Rey de los judíos que Dios el Padre envía a la tierra, en vez de nacer como lo hacen los príncipes herederos en un gran palacio y rodeado de reyes y multitudes vitoreantes, nació en un silencio absoluto, en oscuridad, lejos de la algarabía y las celebraciones mundanas. Su nacimiento presagió su vida en este mundo:

“¿Quién ha creído a nuestro anuncio? ¿y sobre quién se ha manifestado el brazo de Jehová? Subirá cual renuevo delante de él, y como raíz de tierra seca; no hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos. Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos.

“Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.

“Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca. Por cárcel y por juicio fue quitado; y su generación, ¿quién la contará? Porque fue cortado de la tierra de los vivientes, y por la rebelión de mi pueblo fue herido. Y se dispuso con los impíos su sepultura, mas con los ricos fue en su muerte; aunque nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su boca.

“Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada. Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos. Por tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes repartirá despojos; por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores” (Is 53:1-12).

Una vez nacido el Señor Jesús, Dios llama a celebrar el trascendental evento a unos humildes pastores. “Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño. Y he aquí, se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron gran temor. Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor. Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre. Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían: ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” (Lc 2:8-14). 

Hay dos cosas importantes que notar en el relato. Una es que los pastores estaban afuera tendiendo a sus rebaños de noche, algo que sólo hacían desde marzo hasta octubre (verano en el Medio Oriente), y luego llevaban sus rebaños a un lugar bajo techo para que no se congelaran en el invierno. Por lo tanto, la fecha del nacimiento del Señor Jesús no fue en diciembre, una fecha en pleno invierno.

Lo otro que se debe aclarar es que los ángeles en realidad dijeron según el griego: “paz a los hombres en quien Dios tiene su agrado”. Es importante la diferencia, pues Cristo eventualmente sería crucificado por esta sociedad, pero trajo la paz a los que le obedecen. Dijo: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da” (Jn 14:27).

Luego de ver a Jesús, los pastores hablaron con muchos al rededor. “Y al verlo, dieron a conocer lo que se les había dicho acerca del niño. Y todos los que oyeron, se maravillaron de lo que los pastores les decían” (Lc 2:17-18). Nótese que todos los relatos del nacimiento del Señor Jesús omiten la fecha para que no se celebre. En vez se conmemora la muerte del Señor Jesús en la Pascua, que él dijo debemos siempre recordar (Lc 22:19).

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